sábado, 18 de abril de 2020

La vida y la dignidad en tiempos de pandemia


Para un análisis de la inflación en nuestro país, realizo el seguimiento de cuatro mediciones distintas que se detallan a continuación:
1)      IPC INDEC
Es el indicador del organismo oficial que se publica todos los meses en su página web que, en el mes de marzo de 2020, mostró un crecimiento interanual de 48,357%.
2)      IPCDR
La estimación propia mostró un incremento interanual de 52,817%, donde los mayores aumentos entre mar-19 y mar-20 los he registrado en “Comunicación” (140,02%), “Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles” (88,12%) y en “Alimentos y bebidas no alcohólicas” (60,93%). Aquí la tabla completa de las variaciones interanuales por rubro:

Rubro
IPCDR anual
Alimentos y bebidas no alcohólicas
60,93%
Bebidas alcohólicas y tabaco
57,06%
Prendas de vestir y calzado
53,71%
Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles
88,12%
Equipamiento y mantenimiento del hogar
54,23%
Salud
33,29%
Transporte
46,33%
Comunicación
140,02%
Recreación y cultura
11,64%
Educación
0,52%
Restaurantes y hoteles
1,83%
Otros bienes y servicios
40,30%

3)      IRP
Para tener un dato más y comparar también con una medición alternativa a la oficial, sumo la medición del Índice del Relevamiento de Precios (IRP) que realiza el Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala. En enero 2020 la inflación anual, según este índice, ascendió a 54,10%.

4)      INDEC%DR
Es la inflación que surge de combinar la información del INDEC con las proporciones de gasto de mi hogar. En la tabla siguiente tomo la inflación por rubro que publica el INDEC para la región pampeana (primera columna), que difieren de las observadas por mí. En la segunda columna utilizo las ponderaciones de esos rubros según las compras de mi hogar (que son distintas a las ponderaciones del INDEC). En la tercera, el aporte a la inflación resultante (producto de las dos columnas anteriores). Al sumar estos aportes a la inflación por rubro, se obtiene la inflación propia calculada con las variaciones de precios del INDEC, pero con las ponderaciones acordes al gasto de mi hogar (INDEC%DR). Como vemos, la inflación de mi hogar sería del 48,67% anual.

Rubros INDEC
Inflación INDEC
Ponderación
Aporte al IPC
Alimentos y bebidas no alcohólicas
51,9%
25,11%
13,03%
Bebidas alcohólicas y tabaco
46,4%
2,44%
1,13%
Prendas de vestir y calzado
55,4%
3,90%
2,16%
Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles
26,9%
11,15%
3,00%
Equipamiento y mantenimiento del hogar
55,4%
4,67%
2,59%
Salud
61,7%
7,46%
4,60%
Transporte
50,0%
31,87%
15,93%
Comunicación
59,6%
2,22%
1,32%
Recreación y cultura
46,3%
0,85%
0,39%
Educación
37,0%
5,12%
1,89%
Restaurantes y hoteles
47,3%
2,35%
1,11%
Otros bienes y servicios
52,3%
2,87%
1,50%
INFLACIÓN ANUAL INDEC CON PROPORCIONES PROPIAS
48,67%

TABLA
A continuación se muestra la tabla comparativa de estas mediciones
Tabla de inflación a marzo de 2020
FUENTE
Inflación mensual
Inflación acumulada 2020
Inflación anual
IPCDR (mi hogar)
5,69 %
16,30 %
52,82 %
3,34 %
7,80 %
48,36 %
IRP (*)
2,91 %
2,91 %
54,10 %
INDEC%DR
3,00 %
7,43 %
48,67 %
(*) Los valores están actualizados a Enero 2020

GRÁFICO
A continuación muestro la gráfica de las series comparadas desde dic-13. Agrego la serie de Ciudad de Buenos Aires (IPCcaba) para los meses en que no hubo publicación por parte del INDEC del dato anual a nivel nacional. (Azul: IPCDR, Rojo: INDEC, Rojo punteado: IPCcaba, Verde: IRP, Negro: INDEC%DR).

No se llama especulación, se llama capitalismo
Si bien los datos de inflación que se acaban de publicar son del mes pasado, donde sólo en los últimos días de marzo fue declarado el aislamiento preventivo y obligatorio, ya podemos ver el efecto que esto tiene sobre los precios de algunos productos esenciales para la vida y la salud. No sólo por los problemas en el transporte de algunos alimentos, sino también por los comportamientos especulativos que aparecen en cualquier economía capitalista con actores formadores de precios en la cadena de producción.
Resulta obvio aquí que el fruto del proceso productivo, el bien o servicio final, es propiedad del capitalista. Quien es dueño/a de los medios de producción, contrata fuerza de trabajo y obtiene como resultado un producto. ¿Alguien puede decirle a ese propietario qué hacer con ese producto? ¿Quién puede obligarle a vender su mercancía en determinado momento y a un precio fijado? ¿Hasta dónde pueden actuar las organizaciones de consumidores/as? La única opción legal es la intervención del Estado y, sabemos, aún así existen diversos mecanismos para saltarse legal o ilegalmente tal intervención. ¿No queda claro que la especulación es una de las herramientas del capitalismo para que quienes puedan ejercerla obtengan mayores ganancias en un determinado escenario social y económico? ¿No queda claro que la especulación es un arma y una posibilidad del sistema económico que tenemos?
No se llama descuido de la naturaleza, se llama capitalismo
En estos días da vueltas por los diferentes discursos el planteo de la dicotomía entre la vida y la economía, muchas/os especialistas nos dicen que las enfermedades que padecemos tienen mucho que ver con la expansión de la frontera agropecuaria, la depredación de ecosistemas, la mercantilización de la vida natural; mientras vemos que el freno a la producción ha provocado un “descanso” a la tierra (en aquellas áreas donde se estableció el freno a la producción).
Si el capitalista es dueño de sus medios de producción y de su dinero, ¿quién puede impedirle comprar bienes que provienen de la tierra para llevar a cabo su proceso productivo? ¿Cómo se le ponen límites? ¿Con cuántos recursos cuentan las organizaciones campesinas, ambientales y pueblos originarios para llevar a cabo una disputa? Es verdad que los Estados regulan estas actividades, pero también hay que decir que son bastante permisivos. Si existe una dicotomía entre la naturaleza y la economía, ¿no se debe ello a que la economía capitalista, tal y como la conocemos, es una economía que mata? ¿Acaso no resuenan más obvias las demandas de organizaciones sociales del tipo “el agua vale más que el oro”, “nuestras vidas valen más que sus ganancias”, “paren de fumigarnos”, etc.?
¿Cómo seguimos?
Las respuestas desde los gobiernos vienen siendo no solo insuficientes en el contexto de recesión, informalidad y precarización del trabajo, caída de los salarios reales, sino que además no aparecen en la escena las discusiones sobre los problemas estructurales de una sociedad desigual, de un sistema económico que excluye y mata, de una forma de producción que depreda el ecosistema y arrasa con las condiciones de vida de comunidades que pelean por un espacio geográfico digno.
La protesta y la organización social desaparecieron en el contexto de aislamiento, en muchos casos los/las trabajadores/as ven cambiada su  modalidad e intensidad de trabajo pero se firman acuerdos salariales a la baja sin consenso democrático con las bases, la precarización se discute poco y las energías se ponen en cumplir con las exigencias de la patronal.
¿No es momento de cuestionar profundamente la vida enajenada que llevamos? Este momento de encierro, ¿no es el propicio para revalorizar las cosas que realmente son importantes y que este sistema descuida y destruye? ¿Será posible que empecemos a convencernos de que las vidas, y la dignidad de las mismas, son más importantes que los negocios de los de siempre? Los escenarios cambian pero las palabras de Antonio Gramsci siguen siendo urgentes: "Instrúyanse, porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia; conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo; organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza"

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Datos personales

Córdoba, Argentina
Licenciado en Economía. Desempeño tareas de docencia, extensión e investigación en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba